Actualmente en Venezuela se vive la implantación de un régimen comunista bajo la tutela del Fidel Castro. Cincuenta años después de la revolución cubana y luego que los países que alguna vez fueron comunistas avanzan hoy hacia la democracia, el progreso y la prosperidad. Venezuela es un caso único, pues no fue necesario ninguna invasión, guerra o agresión que obligara a sus ciudadanos a aceptar el comunismo, como bien pasó en la mayoría de los países que la historia nos señala. En este caso, fue producto del deseo espontaneo de los venezolanos de depender de un estado que le suministrara todo a cambio de su sumisión. La búsqueda incansable del venezolano de a pie del Mesías que solucionara mágicamente todos sus problemas a cambio de nada, los llevo a votar por un candidato que sin ninguna preparación académica, profesional y mucho menos intelectual, se encargaría luego de esta transición, que sigue un libreto muy bien elaborado por la Habana. La destrucción de la democracia desde las instituciones democráticas nos muestra por primera vez un escenario nunca antes visto y el cual se reproduce sin modificar una coma en países afectos a la revolución fidelista.
Destruir una isla como Cuba y llevarla al fantasma que es hoy no fue tarea fácil para Fidel, pero un país en tierra firme como Venezuela, en pleno siglo 21, con todas las riquezas del mundo, bendecido por Dios por todo lo que el hombre pueda desear, debió ser una tarea titánica, pero no, fue tan fácil que me imagino que el propio Fidel dudo en algún momento que lo había logrado. Cuando le preguntas a los venezolanos la respuesta es la misma, para que alguien de la oposición que no conocemos y que seguramente será peor que lo que ya tenemos, o simplemente la respuesta es ya nos acostumbramos. Cuando los ciudadanos se acostumbran a depender del estado, a no tener seguridad jurídica, al deterioro sostenido y continuado del nivel de vida, al que diariamente más de cuarenta y cinco personas sean asesinadas por el hampa desbordada y apoyada por el mismo régimen, entonces la costumbre se convierte en simplemente vivir sin existir. Acostumbrarse a la costumbre de no hacer nada es la peor realidad que país alguno pueda tener.
Hoy, cualquier muestra, por más pequeña que esta sea de superación personal, es mal vista en Venezuela. Mientras más logros se hayan alcanzado por merito propio, mas señalizado como ladrón, maula y delincuente por la población revolucionaria serás. Solo los elegidos por el régimen tienen el derecho de groseramente mostrar sus riquezas, pasando de usar alpargatas a zapatos de Luis Vuitton. Como todo comunismo, solo la cúpula y los allegados a ella tienen derecho a todo mientras el ciudadano de a pie, ese mismo que lo eligió y que lo sigue apoyando incondicionalmente no tiene derecho a nada. Es una relación masoquista entre el amor y el odio del ciudadano común con su estado comunista. La igualdad de los ciudadanos en la miseria y en la ignorancia es el objetivo del régimen, pues de esta forma la dependencia será total. Es por eso la destrucción progresiva del aparato productivo, toda empresa debe ser expropiada y toda empresa expropiada debe ser llevada a la ruina. La educación debe ser abreviada, resumida solo a los intereses del estado, todo lo demás es superfluo, la inteligencia y la superación personal debe ser castigada hasta llevar a la totalidad de la población a la ignorancia, la obediencia y a depender únicamente del estado y de las decisiones que su líder tome, el resto es descartable, sin importar que haya que hacer para descartarlo.
Cuando veo al apático venezolano de hoy, no dejo de recordar la escena en la película La Lista de Schindler donde Amon Goeth, el militar Nazi, asesina a una joven ingeniera judía, egresada de la universidad de Milán que minutos antes le había sugerido derribar las barracas que estaban mal hechas y que en cualquier momento se hundirían en la tierra poco firme de Cracovia. Goeth, sorprendido al oír la sugerencia de su prisionera le respondió ““Tan educada como el mismo Karl Marx” disparándole inmediatamente en la nuca, mientras el resto de los prisioneros se apresuraban asustados por la acción de Goeth, a seguir haciendo sus labores.
Las décadas pasan, el futuro también, sin embargo el otrora país rico llamado Venezuela, decidió por voluntad propia de sus ciudadanos acostumbrados a la costumbre de no hacer nada, regresar a la pobreza y al oscurantismo del Medioevo.
"Las décadas pasan, el futuro también, sin embargo el otrora país rico llamado Venezuela, decidió por voluntad propia de sus ciudadanos acostumbrados a la costumbre de no hacer nada, regresar a la pobreza y al oscurantismo del Medioevo."
Carlos Bauza
Fuente: http://desdemipantalla.com/amon-goeth-y-la-venezuela-de-hoy.html#.UHWg4C7QeEZ |